¡¡¡NUESTRA ESCUELA CUMPLE AÑOS!!!

Querida comunidad educativa del Instituto de Educación Córdoba: este cumpleaños nos encuentra viviendo una situación inédita, inimaginable hasta hace poco tiempo. Estamos lejos de las aulas, salas y patios en los que cotidianamente nos miramos, escuchamos, aprendemos y enseñamos. Vamos construyendo otra forma de hacer nuestra escuela, la que se puede hoy para cuidarnos y cuidar a otras y otros. Celebremos que aunque lejos, estamos cerca. En el pensamiento y el afecto, en las ganas de crear y disfrutar aprendiendo.
Les compartimos unas palabras de María Teresa Toniolo (Marité) maestra y profesora, vicedirectora y directora del Iec entre 1968 y 2005 quien, generosamente como siempre, nos regala memorias de la escuela.
Y mientras, vamos pensando… ¡qué hermoso será el reencuentro!
BELLAS PALABRAS DE MARITÉ…
Por estos días de abril nuestra escuela cumple 58 jóvenes años. El otoño de 1962, en el corazón de Nueva Córdoba, en una casona alquilada sobre la calle San Lorenzo, recibió formalmente a sus primeros alumnos. Se atribuye su nombre al lugar de su nacimiento y al hecho de que un puñado de intelectuales vanguardistas de esa época, en su mayoría mujeres – pedagogas, psicólogas, maestras, profesores, abogados, artistas – decidieron aplicar en una institución escolar, las ideas y proyectos que como grupo privado de investigaciones pedagógicas venían discutiendo, con el propósito de diseñar una currícula distinta, una “Escuela Nueva” y con jornada extendida. Este grupo de estudiosos fue presidido desde los años ‘60 por la maestra y pedagoga Doña Teresa Suppa de Pelli, una de las socias fundadoras, junto a Malena Álvarez, primera directora del Instituto de Educación Córdoba, nivel primario y jardín.
Por esos tiempos, el Córdoba empezó a transitar la integración al sistema educativo provincial y nacional, como una escuela totalmente privada. Pasarían unos cuantos años hasta lograr subsidios parciales nacionales/provinciales para los distintos niveles y secciones.
Hacia el final de la década, el secundario, regido por la profesora Noemí de Fiorito, y Jardín de Infantes funcionaban en un edificio sin terminar, anexo al Hospital Privado, y al Instituto de Investigaciones Médicas Martín Ferreyra. Esta última entidad nos prestaba generosamente la planta baja de su edificio. Como el nivel primario no cabía allí, un grupo de padres, vecinos de Barrio Parque Vélez Sársfield y algunos docentes “mecenas” compraron y donaron parte del predio donde hoy se erige toda nuestra institución, a lo que se sumó la donación, por parte de la Municipalidad de Córdoba, de un terreno de barrancas y allí fueron instaladas unas casillas de madera con techos de zinc y amplias ventanas, compradas al prestigioso Instituto Víctor Mercante de Villa María.
Corría el año 1968 cuando el nivel primario se instaló en Colinas de Vélez Sársfield (los acontecimientos del Mayo Francés de ese año y el Cordobazo del ’69, con Canal 12 y el periodista Villarroel trasmitiendo a metros de las ventanas de las casillas, fueron los contextos políticos internacional y local).
Durante la siguiente década, y ya con la sección de Jardín trasladada al predio actual, todos los meses de febrero, maestros y algunos padres remozábamos las paredes, pintándolas de blanco y los chicos de 5º, 6º (y luego 7º) grados se acercaban a pintar las sillas y mesas de madera con los colores que distinguían a cada grado: naranja, verde, celeste, etc. La cuestión de los colores comenzó a complicarse cuando, andando el tiempo, las secciones comenzaron a desdoblarse. ¡Tuvimos que ampliar el espectro del arco iris!
Tanto en la primaria, como en los primeros cursos de la secundaria aplicábamos como metodología de trabajo el sistema de Aula Taller y el método de resolución de problemas. Los talleres eran de Lengua y Literatura, de Ciencias Naturales, de Geografía, Historia y Ciencias Sociales, de Matemática , de Física, etc.
Los alumnos cambiaban de aula cada dos módulos de clases. En los talleres se disponían mesas de trabajo, un mueble-biblioteca o de instrumentos, un mueble para útiles y ropa (cierto modelo norteamericano).
Los contenidos de las asignaturas, tanto primaria (en 5º y 6º grado) cuanto en los cursos del secundario, se volcaban en un inventario de conocimientos problematizados a resolver en un período de tiempo, con una serie de actividades programadas para alcanzar determinados objetivos.
Redactábamos tres clases de fichas (expuestas en tarjetones de colores) que respondían a tres (a veces dos) niveles de ritmos de aprendizaje: ritmo rápido, ritmo muy lento, ritmo estándar, podríamos decir. El maestro o profesor dedicaba mayor tiempo a aquellos con más dificultades, los alumnos monitores o ayudantes eran los que terminaban primero. Los grupos en cada mesa eran heterogéneos.
Todos podían circular en silencio para buscar elementos, consultar diccionarios, mapas, etc. o consultar al profesor quien circulaba entre las mesas. Había momentos de puesta en común y días de evaluación. Las evaluaciones tenían los mismos ítems (o mejor, ítemes) para todos, con algún agregado que demostrara la realización de las actividades extras para aquellos niños y jóvenes de ritmo más rápido. De hecho que este tipo de metodología funcionaba porque el grupo clase oscilaba entre 12 y 20 alumnos, no más.
La valoración y la práctica de disciplinas artísticas siempre estuvieron presentes en los planes de estudio: teatro, música, plástica, cine, fotografía, literatura infanto-juvenil. La carga horaria de educación física y la importancia del aprendizaje de otros idiomas que nos conectaran con diversas culturas de nuestro Planeta.
En esa época ningún grupo protestaba por tener más trabajos que otros, pues todos estaban siempre trabajando y además se valoraba mucho el acumular conocimiento y buscarlo por uno mismo. Era una escuela sin muros ni cercos en sus patios de tierra, abierta a la comunidad vecinal, la que respetuosamente jamás invadía los espacios escolares. Imposible de pensar para estos tiempos.
Los que éramos jóvenes maestros y profesores por esos años, estábamos imbuidos de utopías e ideales de integración social, de justicia, de educación para todos y de una permanente dedicación a la mejora de nuestra preparación académica, para modificar la sociedad con mejores herramientas intelectuales. El ideario democrático y el marco de la corriente internacional de la llamada Escuela Nueva, creadora, abierta a nuevas ideas, pluralista, integradora, de doble jornada, nos contenía y nos motivaba.
Tratamos siempre de mantener un gabinete pedagógico y psicológico activo que orientara a todo el colectivo docente a conocer y discutir los pro y los contra de las corrientes educativas de vanguardia: la pedagogía de los objetivos, la psicogénesis, los vaivenes oficiales acerca de la enseñanza de la lengua materna y de las ciencias naturales y sociales…
Fuimos uno de los dos primeros colegios con escolaridad extendida en toda nuestra provincia, de los primeros en intervenir en Ferias de Ciencias, en realizar campamentos, en viajar en grupo para conocer nuestro país, en realizar un largometraje con intervención de toda la comunidad escolar, competencias deportivas interescolares y formación de coros. De los primeros en lograr sala de aprendizaje informático con 30 computadoras y docente especializado desde el preescolar.
Cuando dejamos de ser una escuela totalmente privada tuvimos que adecuarnos al protocolo canónico oficial en cuanto al número de alumnos, planificación de contenidos (ya no más cine, fotografía, scoutismo, solamente un idioma extranjero) muros edilicios de contención, supervisiones, etc.
El nivel secundario atravesó ediliciamente, durante los años ’70, cierta vida nómade: funcionó en la calle San Martín, en el centro comercial popular y luego en la Avda. Vélez Sársfield al 700 u 800, en viejas casonas alquiladas. Hasta que, en mayo de de 1977, se instaló con las primeras aulas en el sitio actual, anexo a las casillas de la escuela primaria. De ahí en más, verano a verano el edificio fue creciendo hasta la actualidad. El complejo de jardines, el nivel primario y el secundario, vieron crecer aulas, patios y salones verano a verano, en la medida de sus posibilidades económicas. Lamentamos no haber logrado un perfil arquitectónico unificado a pesar de que su fundadora tuvo como hijo al admirable arquitecto César Pelli.
El presente nos encuentra con un predio propio para todos los niveles y con un reconocido prestigio dentro de la provincia. Esta nueva década pareciera apropiada para un testeo diagnóstico y un replanteo de ciertas formulaciones proyectivas en nuestras currículas.
Precisamente, la coordenada témporo espacial actual, marca al Instituto de Educación Córdoba con un nuevo momento de convulsión social: esta pandemia globalizada que estamos atravesando y que detiene la convivencia presencial de los aprendizajes, obligándonos a valorar el esfuerzo de maestros, profesores y alumnos reunidos en la tele-enseñanza-aprendizaje.
Seguramente saldremos airosos de este desafío. Mientras tanto, tomemos un recreo para festejar el cumpleaños de nuestro colegio y en vez de apagar la velita de una imaginaria torta, encendamos una llama de creatividad renovada en múltiples ideas que podamos comunicarnos e ir concretando a partir de un anhelado pronto encuentro. ¿Qué les parece si pensamos juntos un nuevo renacer para nuestra escuela?
Parafraseando al poeta Alexis Valdés, volveremos a juntarnos, volveremos a jugar, valdrá más lo que es de todos, seremos más generosos, mucho más comprometidos y cuando esta tormenta pase, volveremos mejores.
¡¡¡Feliz Cumpleaños Instituto de Educación Córdoba!!!